lunes, 7 de noviembre de 2011

revolucion neoliztica

La neolitización es un proceso complejo que implica el paso de una economía de depredación a una de producción, así como unos cambios profundos en la tecnología, las formas de relación entre los hombres, las ideas, el arte y la religión.Objeto desconocido
El primero es el rasgo fundamental de una sociedad neolítica. Sólo podemos decir que un grupo humano es neolítico cuando produce sus propios alimentos. Hay dos estrategias para esto: la agricultura y la ganadería. Se puede considerar que los demás cambios son, en mayor o menor medida, resultado de esta transformación principal.
Sin embargo, la neolitización no es un fenómeno homogéneo. Como pasa con otros periodos culturales del hombre, presenta un gran número de particularidades regionales, que van en aumento a medida que nos acercamos a la Edad Histórica.
Así, aunque podamos detectar estrategias de producción en varias comunidades distintas, es poco más lo que comparten. Presentan ideologías totalmente diferentes, están condicionadas por sus respectivos medios y no hay ningún contacto entre ellas. Pero eso sí, presentan una diferencia sustancial en su economía con respecto a sus vecinos epipaleolíticos.
En dicho estudio, traté de explicar el paso de una era climática a otra y las consecuencias que tuvo para el hombre. La mayoría de las comunidades no cambiaron, en verdad, demasiado. El medio siempre ha influido al hombre, pero el hombre siempre ha sabido adaptarse. El aumento de temperatura del Holoceno no supuso  cambios radicales en las estrategias económicas ni en las estructuras sociales o ideológicas. No, al menos, para la mayoría de los grupos humanos.
Pero, al inicio del Holoceno, unas pocas comunidades, aisladas las unas de las otras, inician un proceso de cambios. Unos cambios mucho menos formales que los anteriores, unos cambios profundos, cambios que transformarán todos los aspectos de la vida del hombre.
 
Pastor de Tassili.
 
Cazadores de Tassili.
 
Bailarines de Tassili.
Estos cambios darán paso a la economía de producción, o sea, al Neolítico. Curiosamente, las transformaciones neolíticas se producen más o menos al mismo tiempo en distintos núcleos del planeta. Acaso hay diferencias de unos pocos miles de años (que, a escala de la historia de la humanidad, es muy poco; casi una coincidencia en el tiempo).
Más tarde, esta forma de producción se expandió por todo el mundo. Hasta el punto de que actualmente debe considerarse como la única base de obtención de alimentos de nuestra especie, con la salvedad de las marginales comunidades de cazadores-recolectores actuales.
Si en un lugar se pasa de una economía de depredación a otra de producción sin influencias externas, podemos considerar que ese lugar es un núcleo de neolitización autóctono. Hay cinco zonas pioneras en el proceso de neolitización. El Próximo Oriente es el primer núcleo, por cuya importancia le dedicaremos una atención especial más adelante.

África.

Hace algunos años se consideraba que la neolitización de África, especialmente del área sahariana, era un fenómeno dependiente del proceso autóctono del Próximo Oriente. Actualmente, al menos para dicha área sahariana, se piensa que este proceso podría tener un cierto grado de autoctonismo, aunque puede ser que haya recibido influencias y préstamos del Próximo Oriente, en concreto en forma de especies animales.
Desde el Sahara, la neolitización se expandió hacia el Sahel y las zonas ecuatoriales, donde se produjo un proceso de adaptación a las nuevas características ambientales, con la incorporación de algunas especies propias.
En el Sahara y el Sahel, la neolitización coincidió con un clima muy suave, en el que, gracias a la humedad, los desiertos actuales eran zonas esteparias, las cuales, si bien no permitieron un gran desarrollo de la agricultura, sí que facilitaron la ganadería, especialmente de ganado bovino. Desde entonces, en el Sahara se generaliza, además, una gran actividad artística, de la que uno de sus máximos exponentes es sin duda la concentración de grabados y figuras rupestres de Tassili n’Ajjer, hoy al sur de Argelia.
En el Tassili son frecuentes las representaciones de pastores con manadas de bueyes, así como las de algunas especies salvajes (hipopótamos, rinocerontes, jirafas) que demuestran la existencia en el pasado de ambientes similares a los que actualmente encontramos más al sur de este desierto. En todo caso, fue en el África intertropical donde se desarrolló en mayor medida la agricultura, con algunas especies de gran trascendencia económica como el arroz de guinea o el ñame. La importancia de la implantación de un mundo cultural de carácter fundamentalmente africano a partir del neolítico permite explicar la singularidad del desarrollo en este continente de posteriores civilizaciones antiguas, con pocas similitudes con sus contemporáneas, como es el caso del Egipto faraónico.

Valle del Indo.

A diferencia del caso anterior, el valle del Indo se había considerado tradicionalmente como una zona que se neolitizó de forma independiente. Hoy en día, por las dataciones que ofrecen las primeras evidencias de agricultura y ganadería, por la cercanía con el Próximo Oriente, y por las especies explotadas, se suele aceptar que la neolitización de esta área, y posteriormente la de todo el subcontinente indio, estaría claramente influenciada por la expansión hacia el Este del proceso de neolitización del núcleo próximoriental. En cualquier caso, no podemos olvidar que de la evolución propia de estas primeras comunidades neolíticas en el valle del Indo surgirán posteriormente civilizaciones de carácter urbano muy complejo.
La ciudad de Mohenjo-Daro, y objetos encontrados en ella: cabeza con barba (Izquierda) e ídolo (derecha).

Extremo Oriente.

En esta vasta área se discute sobre la posible existencia de dos núcleos de neolitización independientes, uno al norte de China y otro al sur de China y en el sudeste asiático. Algunos investigadores, sin embargo, consideran que se trataría de un sólo punto de neolitización que, a medida que se dispersaba por el territorio, habría ido adaptándose a las posibilidades ambientales de cada región. En este sentido, la zona septentrional basará la producción de alimentos en la agricultura de cereales de secano como el mijo y en la ganadería de bovinos y ovicarpinos.
En la zona meridional, deberíamos destacar la importancia de una especie muy determinada, el arroz (Panicum miliaecum) y un amplio abanico de productos vegetales propios de las zonas tropicales, como los plátanos, la caña de azúcar y un sinfín de frutas. En cambio, en esta zona sur, la importancia de la ganadería siempre fue menor. Podríamos destacar como especies de mayor producción cárnica el cerdo, los gallos y gallinas, y algunas otras que hasta la actualidad han mantenido, para Occidente, su carácter exótico, como son diferentes tipos de bovinos (el banteng, por ejemplo). Finalmente, aunque no se trata de una especie que surja con el mismo proceso de neolitización, creo que es interesante, por su trascendencia, citar el caso de la domesticación del gusano de seda, que se produjo en el Extremo Oriente y que tanta importancia tuvo su producción en tiempos posteriores.
Poblado de Bampo (China). Derecha: máscara de arcilla y jade Hongsang.

América.

Después del relativamente rápido poblamiento de América por parte de grupos cazadores-recolectores procedentes del continente asiático a través del estrecho de Bering, los inicios del Holoceno se caracterizarían en todo el continente por la extinción en masa de muchas de las especies de grandes mamíferos que hasta ahora habían evolucionado en el territorio americano lejos del contacto con los humanos. A esto siguió un efecto de desertización progresiva de algunos puntos del continente.
Este conjunto de circunstancias habría provocado que las poblaciones amerindias, hasta ahora nutridas con una dieta fundamentalmente cárnica, tuviesen que adaptarse a una nueva alimentación, esencialmente vegetariana, a partir de hace unos 6.000 años; de la casi obligada especialización en este nuevo tipo de subsistencia debieron derivarse los primeros comportamientos productivos.
La neolitización americana se caracterizó por la domesticación de una gran variedad de especies vegetales, muchas de las cuales han triunfado en la dieta humana, tras el contacto de las poblaciones del viejo y el nuevo mundo, a partir de finales del siglo XV dC. Pero se constata, por otro lado, una falta importante de animales domesticados, que pudieran producir importantes cantidades de recursos alimentarios. Este hecho supondrá en algunas sociedades americanas la continuidad, con un alto grado de importancia, de determinadas actividades de depredación como la caza, la pesca o el marisqueo. También es frecuente (y poco común en comparación con el resto de núcleos neolíticos) el consumo de insectos.
Como pasaba en el caso del Extremo Oriente, en América, podría pensarse en la existencia, como mínimo, de dos focos de evolución independiente hacia las estrategias de producción: Mesoamérica y los Andes centrales. En el caso de Mesoamérica, la implantación de una actividad agrícola parece ser una evolución progresiva de una actividad intensiva y controlada de recolección de ciertas especies vegetales. Se puede establecer que el momento cualitativo en que se pasó de una dependencia predominante de la depredación a una dependencia predominante de producción se produjo alrededor de 5.000 años. Las principales especies cultivadas, en las que diferentes culturas basaron su subsistencia, fueron, en primer lugar y sin duda alguna, el maíz, seguido de los frijoles (género Phaseolus), la calabaza, el pimiento y el aguacate entre muchas otras. Pese a no ser exactamente alimenticio, deberíamos destacar también el tabaco. Por su parte, las especies animales domesticadas en Mesoamérica y dedicadas a la producción de alimentos son muy escasas, apenas el perro y el pavo.
La adopción de las estrategias de producción desencadenó, en Mesoamérica, una sedentarización de las poblaciones, el desarrollo de sistemas de irrigación y una mayor complejidad social y urbanística, que acabaron dejando paso al desarrollo de las grandes culturas mesoamericanas.
La zona andina central también pudo desertizarse sensiblemente, forzando a los grupos humanos a desarrollar nuevas estrategias económicas. Distinguimos dos puntos, la costa y las zonas altas. Las poblaciones costeras, resultándoles, por la proximidad del mar, muy fácil obtener alimento, dejaron de moverse y se asentaron hace unos 9.000/7.000 años. Por su parte, en las zonas altas, aunque ya encontramos muestras de actividad agrícola alrededor de los 8.500 años, no será hasta unos 4.500 años aC. cuando las actividades de subsistencia pasen a ser fundamentalmente productoras. Su alimentación se basa, sobre todo, en la patata y la carne de llama y de cobaya. Pero encontramos otras especies, que probablemente fueron exportadas desde Mesoamérica.
Desde luego, pudo haber otros puntos de neolitización, que, sin embargo, no tuvieron tanta importancia en la historia global de la humanidad. Podríamos citar un posible núcleo en Nueva Guinea, donde parece que se generalizó la horticultura, que luego se extendió por un gran número de islas de Melanesia. Sobre las sociedades horticultoras que se desarrollan en áreas ecuatoriales, algunos autores apuntan un gran equilibrio con el medio donde se desarrollan. Llegan a formar un sistema doble de producción-depredación, el cual, a diferencia de un sistema completamente productor, no necesita expandirse constantemente.
Izquierda: Idolito de El Real Alto (Ecuador). Derecha: Cerámica grupo Valdivia (Perú).

Economía Neolítica.

Lo que caracteriza por encima de todo a las comunidades neolíticas es, como ya he indicado más arriba, una economía de producción. Sólo podemos hablar de ‘sociedad neolítica’ cuando en el registro arqueológico hay evidencias de ganadería o agricultura, aunque podamos o no confirmar que se dan otras características del Neolítico. Las novedades económicas son, sin discusiones, el factor clave de esta transformación cultural.
Tal y como ya he dicho varias veces, las bases de la economía de producción son la agricultura, es decir, la producción de recursos de origen vegetal, y la ganadería, que produce únicamente recursos de origen animal. La primera actividad es, por número, la más importante. De hecho, la mayoría de las sociedades productoras o bien practican la agricultura y la ganadería, o bien sólo la agricultura. Y son muy pocas las que única o mayoritariamente se dedican al pastoreo.
Ahora, no se puede confundir la agricultura y la ganadería con la domesticación de las plantas y los animales. Lo segundo suele ser, por lo general, resultado de lo primero y no al revés. Lo cual, sin embargo, y aunque parezca algo muy simple, se confunde con facilidad y se da por supuesto.
La domesticación es el proceso de transformación de las especies como resultado del control de los mecanismos de reproducción por parte de los humanos. Así, una variante doméstica es diferente a una salvaje, aunque las dos sean de la misma especie. En el caso de los vegetales, sobre todo de los cereales, este proceso supone que den semillas más grandes y que no caigan tan fácilmente de la espiga, por lo que la producción es mayor y más fácil la siega. Por su parte, cuando se domestican los animales, son más productivos, algunas especies dan más leche o lana y se vuelven más dóciles. Son menos agresivos y pierden o reducen los elementos de defensa, como la cornamenta.
Sin embargo, hay pocas maneras de que podamos constatar la existencia de actividades ganaderas o agrícolas. La única prueba concluyente es que, en el registro arqueológico, aparezcan animales que presenten algunas de las modificaciones que se producen al ser domesticados. Por lo tanto, la domesticación, que es la consecuencia y no la causa de la agricultura, se convierte en el elemento identificador. Pero hay que deducir que, cuando detectamos la presencia de plantas o animales domesticados, las actividades productivas ya estarían implantadas. Una vez más, la prueba arqueológica es posterior al evento histórico.
Las especies animales del neolítico europeo provienen del Próximo Oriente. Las principales son el cerdo, la oveja, la cabra y los bovinos.
 
  Representación neolítica de un cerdo
El cerdo (sus domesticus) es el tipo doméstico del jabalí. Y tal vez se trate, según recientes hallazgos parecen indicar, de la primera especie del neolítico proximoriental en ser domesticada con finalidades productivas. La especie puede encontrarse en buena parte de Eurasia, pero las características morfológicas parecen demostrar que hubo un único punto de domesticación, el Próximo Oriente, desde el cual luego se expandió por el resto del Mediterráneo. Con todo, el cerdo es un animal muy versátil y cambia con facilidad sus características, según viva en libertad o en cautiverio; lo cual dificulta mucho las investigaciones.
Los bovinos (Bos taurus, que incluye toros, vacas y bueyes), al igual que el cerdo, su ascendente salvaje (uro, Bos primigenius) se encontraba en buena parte de Europa y Asia. Pero las características genéticas y anatómicas nos hacen pensar, para Europa y Oriente Próximo, en un sólo punto de domesticación.
La oveja (Ouis aries) es el descendiente doméstico del muflón del Próximo Oriente. En este lugar se domesticó y sólo después se extendió, acompañando los movimientos migratorios y los préstamos ‘culturales’ entre los hombres. La cabra (Carpa hircus) presenta unas características de domesticación y expansión muy similares a las de la oveja. Su ascendente salvaje se encuentra solamente en el Próximo Oriente.
Otras especies son el perro, el caballo y la gallina. Parece que el perro (Canis familaris) se domesticó a finales del Paleolítico superior. No es común entre las culturas neolíticas usarlo con fines alimentarios y la mayoría de ellas lo usan únicamente de compañía, para protegerse y tal vez como asistente del pastoreo (aunque parece que esto no se produjo hasta el Neolítico reciente). El caballo (Equus caballus), por su parte, no fue domesticado hasta comienzos del Calcolítico por algunas comunidades esteparias de Asia. Y las gallinas (Gallus domesticus), que provienen del subcontinente indio, no se introdujeron en Europa hasta el año 1000 aC.
Las especies vegetales también provienen, en su mayoría, del Próximo Oriente. Las más importantes son, sin duda, los cereales y las leguminosas. Entre los cereales debemos destacar diferentes especies de trigo (Turgidum, Monochocum, Aestiuum) con descendientes en los Balcanes y Asia occidental. La cebada (Hordeum uulgare) tuvo mucha importancia en las primeras fases del Neolítico europeo, porque se encuentra de forma salvaje en prácticamente todo el Mediterráneo. Son todas ellas plantas anuales, con un alto contenido calórico y muy adaptadas a ambientes áridos y semiáridos. Las leguminosas siempre fueron un alimento secundario, pero tienen una representación importante en el registro de varios pueblos mediterráneos. Las fundamentales son: los garbanzos (Cicer arietinum), los guistantes (Pisum satiuum), las lentejas (Lens culinaris, muy extendidas por África) y las habas (Vicia faba).

Tecnología.

Estas transformaciones de los comportamientos económicos cambiaron radicalmente la forma de vida de los hombres. Pero es un poco exagerado pensar que, ab initio, pudieron suponer un avance. De hecho, las enfermedades fueron muy frecuentes entre las primeras comunidades neolíticas. La agricultura y la ganadería primitivas supusieron una drástica reducción del espectro alimentario y, centrándose los grupos productores en unas determinadas especies, desaparecieron muchos nutrientes y elementos imprescindibles de las dietas óptimas. De esta manera, se generalizaron algunas enfermedades relacionadas con una alimentación deficiente. Por otra parte, las cosechas son muy sensibles al clima y los parásitos, y más aún en estas primeras fases primitivas.  Y la especialización en la agricultura supone que si las cosechas fallan por algunas de esas causas externas, no haya fuentes alternativas de alimentos.
 
 
 
Distintas formas de cerámica.
 
L. Binford lo expresó de forma muy pertinente: los cazadores-recolectores basan sus subsistencia en un ‘banco de información’, y los productores en un ‘banco de alimentos’. Con ello refiere que los grupos depredadores no suelen almacenar alimentos, sino que, moviéndose constantemente por diferentes territorios, saben dónde encontrar presas o dónde crecen en tal época unos u otros frutos. Y que, aunque  les falle alguna fuente de alimento, siempre entran en contacto con otras y en caso de no hacerlo siguen moviéndose hasta encontrarlas. Por otro lado, la sedentarización, más que una ventaja, supone el inconveniente de estar sujeto a la tierra productora, cultivarla, protegerla y almacenar los excedentes. Asimismo, se pierde toda la información sobre el territorio y dónde o cuándo es posible encontrar alimentos. También sucedió que, conviviendo más estrechamente un número mayor de personas y animales, se extendieron con más facilidad los parásitos y las enfermedades. Todo lo cual se puede comprobar en las patologías de los restos humanos de las necrópolis neolíticas.
Los cambios económicos forzaron a las comunidades neolíticas a desarrollar una tecnología apropiada. En algunos casos, podemos observar una simple evolución de las técnicas y las herramientas que ya se conocían desde el Paleolítico. Pero otros avances tecnológicos surgen por primera vez durante el Neolítico.
De los elementos verdaderamente novedosos, el más importante es, con mucho, la cerámica, o sea, los contenedores de arcilla cocida. En verdad, se han encontrado figuritas de arcilla paleolíticas, que, bien por accidente, bien intencionadamente, se cocieron. Pero no es hasta el Neolítico cuando se generaliza esta tecnología. Es especialmente usual para fabricar contenedores (lo que propiamente llamamos cerámica), lo cual tiene mucho sentido, puesto que ahora hay que reservar los excedentes a lo largo de las estaciones, tanto para su consumo o para nuevas siembras.
El pulimento no sustituye, en ningún caso, a la talla como técnica principal de la transformación de objetos líticos. Suele aplicarse únicamente a los nuevos instrumentos. Pero los antiguos, como las raederas, las puntas de flecha, los raspadores, los buriles y otras herramientas, no suelen cambiar en lo esencial de su fabricación. Además, el pulimento de la piedra para la fabricación de útiles es sólo una parte, la última, del proceso de transformación de éstos, que, en los primeros estadios de la cadena operativa se configuran mediante la talla.
Los nuevos instrumentos sirven, sobre todo, para las nuevas actividades económicas de producción. Se trata de hachas, azuelas, mazas y otros elementos que nunca han tenido una versión propia en el Paleolítico. Suponemos que aparecen en este momento justamente con el uso de los sistemas agrícolas de tala y quema. Esta forma de explotación agraria se basa en la roturación mediante la tala de bosques, el desbroce y la quema de los rastrojos (que, a su vez, ayudan a abonar el campo). Incluso es posible que ciertas piezas de gran tamaño, demasiado grandes para tratarse de hachas o mazas, sean rejas para el arado; aunque esto todavía no es posible demostrarlo.
Con el tiempo, la cerámica tendrá otros usos y los recipientes otras funciones, pero durante todo el Neolítico, la Edad de los Metales y buena parte de la Edad Antigua, las vasijas para conservar alimentos serán casi exclusivamente de cerámica (de hecho, la cerámica tiene también su lugar en la historia política antigua; no hará falta que os hable de los medimnos o el ostrakón).
Sin embargo, la cerámica es muy frágil y su máximo desarrollo no puede alcanzarse hasta que las poblaciones sean mínimamente sedentarias, viajen menos y puedan hacerse recipientes de mayor tamaño. Con todo, la resistencia de la arcilla ha permitido que se conserven muchos fragmentos y un buen número de piezas enteras. La cerámica jugará, a partir de ahora, una función parecida a la que antes tenían las industrias líticas a la hora de caracterizar las tecnoculturas.
 
Herramientas líticas pulimentadas.
 
Cucharas de hueso pulimentado.
 
Representación egipcia de un telar.
Los instrumentos de piedra pulida son también algo genuino del Neolítico. Algunos aspectos de esta tecnología también se conocían en momentos anteriores. El pulimiento del hueso o la madera fue una técnica muy común desde el Paleolítico superior. La piedra, sin embargo, no se había pulido nunca antes hasta ahora.
Con el tiempo, la cerámica tendrá otros usos y los recipientes otras funciones, pero durante todo el Neolítico, la Edad de los Metales y buena parte de la Edad Antigua, las vasijas para conservar alimentos serán casi exclusivamente de cerámica (de hecho, la cerámica tiene también su lugar en la historia política antigua; no hará falta que os hable de los medimnos o el ostrakón).
Sin embargo, la cerámica es muy frágil y su máximo desarrollo no puede alcanzarse hasta que las poblaciones sean mínimamente sedentarias, viajen menos y puedan hacerse recipientes de mayor tamaño. Con todo, la resistencia de la arcilla ha permitido que se conserven muchos fragmentos y un buen número de piezas enteras. La cerámica jugará, a partir de ahora, una función parecida a la que antes tenían las industrias líticas a la hora de caracterizar las tecnoculturas.
Los instrumentos de piedra pulida son también algo genuino del Neolítico. Algunos aspectos de esta tecnología también se conocían en momentos anteriores. El pulimiento del hueso o la madera fue una técnica muy común desde el Paleolítico superior. La piedra, sin embargo, no se había pulido nunca antes hasta ahora.
El pulimiento sobre el hueso y la madera, como ya he dicho, no es nuevo. Ahora, en todo caso, se producen nuevos instrumentos redirigidos a las actividades productivas de los neolíticos. Pero también algunos que se conocían desde antiguo experimentan mejoras tecnológicas.
Las actividades textiles están bien documentadas durante todo el Neolítico. La elaboración de los tejidos supone un gran avance, puesto que hasta ahora el único abrigo e indumentaria la proporcionaban las pieles de los animales y algunos motivos vegetales, óseos o minerales. Pero la  industria textil (es gracioso que este término sea idéntico en la Revolución Industrial) es algo complejo que necesita de un ingenio complejo. Es el telar, tal vez, la primera máquina que inventó el hombre. Es totalmente privativo del Neolítico, aunque es probable que el tratamiento de las pieles y la hilandería se diese ya desde el Paleolítico superior. Desgraciadamente, no han llegado telares enteros y sólo contamos con algunas marcas y muestras. Lo que nos garantiza que existió fue, sin embargo, la existencia constatada de tejido elaborado y algunas representaciones artísticas. Sobra decir que el telar vertical fue uno de los grandes logros neolíticos y el principal medio para confeccionar la ropa hasta la Edad Media y la invención del telar horizontal.
A parte de estos, otros elementos habituales del instrumental neolítico no se pueden considerar novedades. Sin embargo, se renueva su uso y evolucionan para adecuarse a las nuevas actividades agrícolas y ganaderas.
De la cestería tenemos muy poca información en los registros arqueológicos, pero se han conservado algunas piezas enteras, muy útiles porque nos permiten saber cómo se hacían, en ambientes áridos o en condiciones de travertino. También se han conservado algunos posos y marcas en la cerámica. Al igual que ésta, la cestería sirvió, por lo general, para el almacenamiento de productos vegetales, herramientas o lana. Cuenta con muchas ventajas sobre la primera porque es menos pesada y no se rompe tan fácilmente. Es especialmente frecuente en las primeras etapas del neolítico y en las comunidades semisedentarias.
Como ya antes hemos dicho, no desaparece, ni mucho menos, la industria lítica. Y se perfeccionan especialmente algunas técnicas de trabajo, como la talla laminar, cuyo mayor logro sean tal vez las grandes hojas neolíticas de sílex. Las herramientas líticas se perfeccionan en sus funciones más básicas y también se les dan nuevos usos. En el Neolítico son, de nuevo en relación con los cambios económicos, muy frecuentes los elementos compuestos tipo hoz (prácticamente imprescindibles en las faenas de cosecha intensiva de cereales). Las grandes láminas de sílex se hacen muy abundantes entre las comunidades de campesinos.
Salvo en casos excepcionales, no se ha conservado el enmangue. Pero puede reconocerse su función de siega por la presencia del lustre de cereal, un haz brillante que en la superficie del sílex que surge como resultado de la fricción continuada con tallos secos de cereales.
Cesta de mimbre, sandalia de esparto y hoja de sílex.
El caso de los molinos de mano es otro ejemplo de la readaptación del viejo instrumental a las nuevas necesidades. En las economías de depredación, los morteros (bastante primitivos, con un percutor pequeño y una parte plana, más alargada, que sirve de yunque) servían para procesar alimentos, tanto vegetales como animales, machacar los pigmentos o incluso tratar las piedras. Ahora, especialmente entre las comunidades de agricultores, la necesidad de transformar la semilla en harina supone la mejora técnica y la generalización de estos morteros. Serán característicos a partir de este momento y a lo largo de la Prehistoria, los molinos barquiformes de vaivén.

Sociedad.

Las nuevas actividades de producción supusieron también unas formas nuevas de relaciones entre los individuos, en una misma comunidad y entre comunidades distintas. Todas las actividades cotidianas se transforman para atender a las necesidades económicas. La agricultura requiere un mayor esfuerzo colectivo, un mayor grado de cooperación y la posibilidad de una mala distribución de la riqueza (no en el sentido clásico marxista, claro).
 
Doble enterramiento neolítico.
 
Algunos investigadores relacionan la aparición de la agricultura con las primeras desigualdades sociales y tal vez ya (quizá demasiado pronto) con las primeras sociedades de jefatura. El distinto acceso a la disponibilidad de recursos producidos que se daría entre los individuos de una comunidad llevaría a dichas desigualdades y a tensiones internas entre las diferentes capas sociales (Fullola y Nadal, 2001; yo considero que el término capa social es aquí demasiado prematuro). Además claro está, de las primeras disputas entre distintas comunidades por acceder a las mejores fuentes de riqueza.
Esas desigualdades internas se reflejan en la suntuosidad de los enterramientos o en la presencia de elementos no funcionales en los ajuares, que pueden interpretarse como bienes de prestigio. Con todo, no se puede pretender que el inicio de las desigualdades sociales sea el Neolítico y algunas explicaciones que así lo afirman suelen ser demasiado simplistas o están invadidas por nuestro pensamiento moderno. Así, aunque encontremos un objeto que, a nuestro entender, es valioso y poco usual, no significa precisamente que para ellos tuviese el mismo significado. Hay que tener presente que se nos escapan un montón de valores abstractos, y que aparte de la puramente económica seguramente ese objeto tenía un montón de funciones ideológicas, mágicas o religiosas. Si ignoramos esto, caemos como pardillos en el refrán de Machado: todo necio confunde valor y precio.
De cualquier manera, se pueden constatar aumentos de la complejidad social. Pero éstos son muy diferentes entre los distintos grupos neolíticos y generalizar en exceso sería un grave error. Las sociedades de Oriente Próximo desarrollan sociedades urbanas muy rápidamente, pero las estructuras tribales se mantienen a lo largo de todo el neolítico danubiano (y más allá del Neolítico).
 
  Armas del Neolítico.
También suelen mencionarse, sobre los cambios sociales del neolítico, la institucionalización y la generalización de la guerra. Como pasa con otras especies animales, próximas o alejadas a los humanos, la violencia entre los grupos es algo natural. Y no podemos pensar que surge ahora espontáneamente; la arqueología recoge indicios de este tipo de comportamientos dese los preludios del linaje humano. Pero la agricultura le da a todo esto un nuevo enfoque. Supone un cambio radical en la manera de percibir el territorio, especialmente de las áreas de captación. La violación de las fronteras, el forrajeo o el saqueo de cosechas podían tener consecuencias desastrosas para las primeras comunidades de agricultores. Es frecuente, a partir del Neolítico, encontrar individuos en las necrópolis con evidentes signos de lucha, como por ejemplo puntas de flechas que han arañado los huesos. Algunas manifestaciones artísticas también hacen pensar en los primeros enfrentamientos y es posible que surjan ahora las primeras armas, destinadas, no tanto a la caza, sino al combate.
Nuevamente la agricultura nos parece que fue un elemento clave que supuso un cambio en la manera de pensar y entender el mundo que rodearía a las sociedades productoras. La tierra es ahora el punto central de la ontología de las comunidades humanas. Se perciben con más intensidad los ritmos estacionales, el paso del tiempo y la vida. Muchos de estos elementos están totalmente ausentes en el esquema mitológico de las sociedades cazadoras-recolectoras y pervivieron durante mucho tiempo en el de otras con ascendencia neolítica, como pueden ser los minoicos y los etruscos.
Sobre los mecanismos de la agricultura se generaliza lo que los historiadores de la religión llaman optimismo soteriológico u optimismo de salvación. El razonamiento que se desprende sería más o menos así: la semilla, muerta, es enterrada, entra en contacto con la ‘magia’ de la tierra y vuelve a la vida en la siguiente temporada. Surgen un montón de explicaciones acerca de qué es lo que le ocurre exactamente a la semillita y también se establece un paralelismo entre la tierra, dadora de la vida de las plantas, y la hembra, fuente de la vida de los hombres, ambas relacionadas en un símbolo de fertilidad. Quizá es ahora cuando los humanos comienzan a entrever el misterio del origen de la vida, cuyo conocimiento no les es accesible y que suplen con todo el aparato mitológico neolítico. (Es posible que esto último sea un poco exagerado, y en cualquier caso imposible de demostrar, pero muchos historiadores lo suponen por las marcadas connotaciones sexuales de este tipo de cultos).
Supone, de cualquier manera, un paso significativo de la evolución mental de los hombres. La tierra se diviniza, como he dicho, en forma de mujer, de madre, de un ser femenino que conoce el secreto de la vida. La diosa madre.
Diosa Madre neolítica de Hierapetra (Creta), Venus de Karanovo y la célebre Venus de Willendorf.
Es, desde luego, la divinidad principal. Se generaliza desde este momento y no ha abandonado hasta hoy los panteones de muchas culturas (la Magna Mater romana e Isis, por citar sólo dos, tienen sus raíces en este tipo de culto neolítico).
En muchas ocasiones, la fertilidad de la tierra debe propiciarse con sacrificios, como la repetición de un acto ancestral de muerte y vuelta a la vida de la divinidad y el hombre. La estructura de este mito se reproduce en sociedades muy alejadas entre sí, pero que tienen en común una primitiva y subsistencial dependencia a la tierra. En las liturgias relacionadas con la propiciación de la fertilidad o la renovación del ciclo agrario, son imprescindibles los nuevos productos obtenidos gracias a la tierra. En especial los que sufren importantes transformaciones químicas, como el pan. Y, sobre todo, los que permiten obtener estados alterados de conciencia por un elevado nivel alcohólico, como el vino, al cerveza o algunos licores prehistóricos (el alcohol siempre ha estado profundamente relacionado con las religiones de este tipo, así como con los ambientes nocturnos, la música y los aspectos de la fertilidad más directamente relacionados con el hombre; el sexo, vaya. Divinidades como Dionisio o Baco parecen ser la muestra de que todo ello está relacionado en un mismo elemento de la mentalidad primitiva del hombre -¿noche, música, alcohol, sexo? Ese ritual se practica hasta hoy en la actualidad, ¡sobre todo los sábados por la noche!-).
Se trata de un tema apasionante, pero desgraciadamente más basado en la deducción y la comparación con sociedades históricas que en evidencias concretas en el registro arqueológico.

Teorías sobre el origen del Neolítico.

El origen del Neolítico está aún muy poco claro. Desde el empiece de los primeros estudios hasta 1960, prevalecen las tesis deterministas sobre el medio. Insisten en la idea de que los cambios del Holoceno fuerzan a los grupos humanos a concentrarse en las zonas menos afectadas, como el Creciente Fértil mesopotámico, la costa libanesa, Egipto, el valle del Indo y el valle del Huanghe, donde existían mayores posibilidades de iniciar una economía productora. Por otra parte, desde 1960 a la actualidad, la mayoría de las hipótesis buscan otras explicaciones en las que el cambio ambiental tenga menos protagonismo.
De la primera fase son las teorías de R. Pumpelly, A. Toynbee (cómo no) y, sobre todo, Gordon Childe y su famosa «teoría del oasis».
La teoría del oasis sostiene que las comunidades mesolíticas se vieron obligadas a recluirse en las zonas más fértiles ante la desecación del cambio climático del Holoceno. Estas zonas fértiles eran los oasis de refugio, donde pudieron establecerse, comenzar un modo de vida sedentario e iniciar las prácticas agrícolas y ganaderas. Este modelo condujo, según Childe, un par de milenios después, a la civilización urbana en esos mismos escenarios.
Sin embargo, a partir de 1950, se empiezan a desarrollar diversos proyectos arqueológicos en tierras del Próximo Oriente asiático, especialmente en Jordania, Palestina, Siria, Turquía, Iraq e Irán (coincidiendo casi al mismo tiempo con otros en Méjico, China y la India). Entre ellos, el proyecto Qalat Djarmo (en los montes Zagros), dirigido por Robert Braidwood, tuvo especial relevancia, pues permitió llegar a la conclusión de que en las vertientes de los Zagros y el Creciente Fértil, las comunidades mesolíticas habían iniciado el cultivo de cereales y la cría de ganado doméstico en fechas muy tempranas y fuera de los territorios considerados como oasis culturales.
A partir de esas evidencias, la búsqueda de una explicación de cómo, cuándo y por qué ocurrió el proceso ha propiciado la aparición de diversas teorías, entre ellas:
La teoría de la presión demográfica (E. Boserup, 1965), según la cual las innovaciones tecnológicas, económicas y sociales promovidas en el Neolítico son resultado de un aumento considerable de la población, propiciado con el inicio de la vida sedentaria y la necesidad de obtener nuevos recursos para su mantenimiento. El crecimiento de la población en áreas favorecidas comenzaría, pues, en el Eipipaleolítico. Esta teoría coincide en muchos aspectos con la siguiente, aunque poniendo más énfasis en la demografía.
La teoría del área nuclear (Braidwood, 1967) se apoya en las evidencias arqueológicas del proyecto Qalat Djarmo y dice que el origen del Neolítico está en las áreas ecológicamente favorables, en las que existían previamente en estado salvajes las especies vegetales que fueron domesticadas. Allí se inició un proceso que Braidwood denominó de agricultura incipiente. La teoría se apoya en unas premisas ecológicas y tecnológicas, ya que se requiere, como condición previa, un medio ambiente favorable en el que existan las especies luego domesticadas, así como un adecuado nivel de desarrollo cultural.
La teoría de las zonas marginales (L. Binford, Cohen y K. Perrot, 1968) mezcla contenidos de las dos teorías precedentes, ya que, reconociendo las áreas nucleares, se centra en la presión demográfica sobre zonas periféricas. Las deficiencias alimentarias y las privaciones en esta periferia se producían allí donde había escasez de recurso, por lo que fue necesario promover nuevas estrategias de abastecimiento. Para ello era imprescindible cambiar ciertos aspectos del medio físico y otros de la organización social de los grupos humanos, modificando localmente las estructuras demográficas. No fue tan importante la invención de la agricultura y la ganadería como el comportamiento de los grupos y su capacidad de adaptación al medio.
La teoría ideológica (J. Cauvin, 1994). Valora el comportamiento humano, sin rechazar las ideas precedentes. Los protagonistas del proceso, conscientes de las necesidades surgidas del aumento de población y de la necesidad de obtener más recursos para mantenerla, se adaptan ideológicamente a través de mecanismos psicológicos que van formando una concepción cósmica en la que la creación de mitos, divinidades y creencias actúan como incentivos de sus acciones, de tal manera que el nacimiento de divinidades y el nacimiento de la agricultura (Cauvin) guardan una estrecha relación.
Es un tema que está casi tan abierto como al principio. Para acabar esta breve exposición, cabría destacar aquí las circunstancias particulares en que se  produce la neolitización.
Un importante cambio climático, el Holoceno. No es el primero de estas magnitudes pero por primera vez se produce con una nueva especie humana (Homo sapiens) a la que hemos atribuido, si no la aparición, si la generalización definitiva de una serie de novedades tecnológicas y simbólicas. Además, el cambio climático se produce en un planeta que por primera vez en su historia está ampliamente ocupado por los humanos (con poblaciones distribuidas en la mayoría de los continentes). Para llevar a cabo la manipulación de los mecanismos de reproducción de las plantas, debe saberse, lógicamente, cómo funcionan. Algo que podría estar relacionado con esta nueva inteligencia simbólica de los hombres anatómicamente modernos.

El Neolítico en Oriente Próximo.

Este tema es demasiado extenso para que un trabajo de estas ambiciones pueda siquiera ofrecer una imagen completa. El Neolítico proximoriental se desarrolla a lo largo de miles de años y abarca territorios y comunidades muy diferentes. Acaso podré hacer una reseña de los momentos y los espacios más significativos.
Me referiré, en general, al Próximo Oriente como una unidad geográfica, pero hay que tener presente que se trata de un espacio muy amplio, formado por distintas zonas, muy alejadas entre sí y con sus propias particularidades. Las áreas principales son el levante mediterráneo, o sea, el sur del Líbano e Israel, el Éufrates medio, el centro y la parte oriental de Turquía, los montes Zagros y Mesopotamia.
En Oriente Próximo, las comunidades de cazadores-recolectores, mediante un proceso de transformación interna, fueron evolucionando hacia el Neolítico. Este tipo de grupos, que no reciben una influencia determinante del exterior para cambiar su estructura económica, son denominados mesolíticos. Las culturas mesolíticas proximorientales son muy diversas y complejas. En los primeros momentos destaca el kebariense. Mantiene en lo fundamental los rasgos de las culturas de cazadores-recolectores, aún con algunos cambios para adaptarse a las nuevas condiciones del Holoceno, como el uso de microlitos y una economía de caza de amplio espectro.
 
  Yacimientos del Natufiense.
A continuación surge el natufiense, de una identidad tecnológica y económica muy particular. Destaca la continuidad en el uso de la industria de microlitos geométricos, acompañada de un desarrollo bastante importante de la industria ósea; por otra parte, se observa una gran diversificación de los recursos alimenticios, con la explotación de grandes y pequeños animales, la pesca y también la recolección de gran variedad de elementos vegetales. Sobre el arte y el mundo de las ideas, se mantiene un tipo muy habitual de las sociedades depredadoras. Así pues, no hay cambios sustanciales en lo que se refiere a la economía, la tecnología o la ideología de estos grupos mesolíticos. Sin embargo, se puede percibir una progresiva transformación de las estrategias de poblamiento. Las cuevas y los abrigos se siguen utilizando, pero poco a poco aparecen poblados más o menos estables. Las cabañas están medio excavadas, son de planta circular y la mayor parte de la estructura sería de materiales vegetales. El número de estos poblados aumenta según pasa el tiempo, lo que parece atestiguar un sensible crecimiento demográfico.
Entretanto, se produjo un cambio climático en buena parte de Eurasia. Pero fue algo anterior en Oriente Próximo que en Europa. El natufiense termina allá por el 10200 AP, aunque estas cifras bailan según las zonas. Durante esta etapa final se sitúa el khiamiense, caracterizado por un mismo tipo de economía y de estrategias de ocupación; y, en el ámbito tecnológico, por las famosas puntas de El Khiam.
Se produce, eso sí, un cambio importante en la imaginería religiosa. Aparece por primera vez el tema del toro y la figura femenina, elementos clave en la iconografía de las religiones neolíticas proximorientales. Ya hemos hablado antes de las evidentes connotaciones de fertilidad que tienen estos mitos. Ahora, parece interesante añadir que este cambio mental se produce antes de que los grupos proximorientales desarrollen una economía de producción; la agricultura vendrá después. Esto permite afirmar a Cauvin que el verdadero motor de la revolución neolítica es una evolución (en el sentido ideológico), un paso más allá, una transformación mental que se desarrolla en estos momentos entre algunas sociedades de la zona.
Taurocatapsia o ‘salto del toro’. Aunque la civilización minoica es más avanzada y compleja que las del Neolítico, los investigadores sostienen que buena parte de la población que Creta tuvo durante la Edad de los Metales no era indoeuropea, sino autóctona o descendiente de una población neolítica de Anatolia que emigró a la isla. Este estrato neolítico impregna fuertemente su cultura, sobre todo (suponen los especialistas) la religión, que está inundada por figuras de diosas madre y toros.
A partir del 10000 AP, durante las últimas etapas del khiamiense, se perciben una serie de transformaciones en las estrategias económicas. Se trata de la primera actividad agrícola del mundo y el advenimiento definitivo del Neolítico. Los métodos son precarios, pero las evidencias no dejan lugar a dudas. Posiblemente se produjese una intensificación de la recolección de cereales en los momentos previos que llevó, tal vez de forma fortuita, tal vez por la comprensión de los mecanismos de producción, a las primeras plantaciones.
Estas formas agrícolas primitivas no comportaron, claro está, la transformación de las especies vegetales en un primer momento. No se implantan tampoco muchos de los rasgos que antes hemos descrito como definitorios del Neolítico. No encontramos cerámica, algo muy característico de estas culturas y que ha llevado a hablar del Neolítico Precerámico. Está dividido en dos partes, el PPNA (Pre-Poterry Neolithic A) y el PPNB.
El PPNA va, aproximadamente, desde el 9500-9000 al 8300 aC., y se desarrolla en la zona del levante y el Éufrates Medio. Incluye algunas culturas como el aswadiense (de Aswad) en la zona del oasis de Damasco; el mureybetiense (pro el yacimiento de Mureybet) en el valle medio del Éufrates; y el sultaniense (de Tell-es-Sultan, en Jericó) en el valle del rio Jordán.
La característica fundamental del PPNA es la actividad agrícola que antes hemos comentado. No existen pruebas fehacientes de la domesticación de plantas, así que las evidencias de agricultura se determinan a partir de la presencia de cereales, aún silvestres, en zonas que no los albergaban en momentos anteriores y muy marginales de las áreas del crecimiento espontáneo.
Los análisis polínicos revelan una importancia sospechosa de este tipos de plantas, sobre todo en comparación con las fases previas. Y las semillas que deberían considerase aberrantes comienzan a ser más numerosas de lo que cabría esperar en un registro de vegetales totalmente silvestre, pero sin llegar aún a los extremos de una población completamente domesticada. Los estudios también han determinado que el primer cultivo de la humanidad fue el trigo. Y una serie de elementos tecnológicos (dientes de hoz con lustre de cereal, más molinos de lo corriente, silos, etc.) confirman que los trabajos de recolección se intensificaron. Aún no hay pruebas de ganadería. Pero algunas novedades de estos últimos años probarían que ciertos animales fueron manipulados en cautividad.
 
  Torre y muralla de Jericó.
Durante el PPNA se reduce el número de poblados pero aumenta el tamaño de los que permanecen. Esto no se debe interpretar como un descenso del número de personas, sino como un cambio en las estrategias de asentamiento y del uso del territorio. Hay un claro aumento del sedentarismo. Desaparecen los asentamientos marginales. Los espacios domésticos no cambian su forma pero sí se hacen con materiales más duraderos. Las casas se compartimentan y aparecen unas construcciones que parecen servir para el almacenamiento. En algunos poblados se detectan edificaciones comunales de tipo monumental, como son la torre y el muro de mampostería de Jericó. Quizá este sea el nacimiento de la arquitectura.
Los útiles más frecuentes del PPNA son las puntas de flecha y las láminas de sílex. Aparecen las primeras hachas pulimentadas y los primeros recipientes de arcilla. Son de unas dimensiones muy reducidas y no parecen funcionales. Así que no los podemos considerar cerámica. Comienzan a aparecer representaciones femeninas y se entierra a los muertos debajo de las casas. Algo insólito hasta ahora.
El PPNB va desde el 8300 al 7000 aC. Aunque hay algunas regiones en que se alarga hasta el 6800. Los rasgos culturales, económicos y tecnológicos del PPNA se expanden hacia Turquía y los montes Zagros. Aquella zona mantiene una evidente relación con la zona del Éufrates. Pero los Zagros se desarrollan de forma bastante más particular. Las dos áreas mantendrán la actividad cultural más intensa del PPNB. Se establece definitivamente la agricultura doméstica. Y ya aparecen animales con rasgos de domesticación, fundamentalmente ovicaprinos. Empieza a destacar cierto urbanismo. Encontramos estructuras con elementos compartidos. El trazado parece  planificado y comienzan a distinguirse calles. Algunas casas son bastante diferentes a las demás. Y todas en general tienen ahora más espacios de habitación. Finalmente se observa un cambio de la morfología circular a la rectangular.
Los instrumentos del PPNB son prácticamente idénticos a los del PPNA. Hay un mayor número de piezas pulidas. En Turquía aparecen por primera vez objetos de metal. Pero esto no supone de ninguna manera la presencia de actividades metalúrgicas. Son obtenidos mediante el martilleado del metal en estado nativo y nunca por un proceso de calentamiento. De hecho, este tipo de objetos son habituales ya antes del Neolítico. Se supone que tienen una función simbólica o decorativa.
 
Cabeza de Jericó.
 
También hay muchas similitudes en la iconografía religiosa. Las representaciones de divinidades terrestres de la fertilidad están acompañadas por animales. Éstos siempre en un plano secundario. Los enterramientos bajo las casas siguen siendo frecuentes. Y en la zona de levante aparecen cráneos humanos retocados, que intentaban posiblemente reconstruir las facciones del difunto. Hay restos de yeso y cal y probablemente estuvieron pintados. Están decorados con piedras y conchas, normalmente para la representación de los ojos.
Las fases cerámicas comienzan alrededor del 7000/6700. Es ahora que se ha expandido por todo Oriente Próximo el uso de la cerámica cuando podemos hablar de una plena neolitización. La tecnología neolítica se expande hacia el este. Mesopotamia, Turquía y el Éufrates medio tendrán una gran actividad en esta época. Pero la costa libanesa pierde mucho de su dinamismo anterior. Aquí se retorna a las cuevas y los abrigos y las ocupaciones son muy poco estables. Tal vez hubo un cambio climático que impidió ejercer la agricultura en estos momentos. No quiere decir que se abandonasen los medios de producción. Sólo que ahora son fundamentalmente ganaderos en levante y esto requiere cierto nomadismo entre los habitantes.
Destaca especialmente en Turquía el poblado de Çatal Hüyük. Ya había comenzado a desarrollarse en las últimas fases precerámicas. Pero ahora alcanza un singular esplendor. No se trata aún de la revolución urbana del cuarto milenio. Aunque podemos afirmar con seguridad que fue la primera ciudad de su tiempo. El urbanismo es más complejo. Las casas están adosadas, hasta tal punto que los arqueólogos sospechan que se transitaba por los tejados. No tienen puerta. Son cuadrangulares y de un solo piso.
Parece haber varias casas que, aunque son iguales a las demás en forma y tamaño, están mucho más decoradas. Tienen representaciones femeninas y bucráneos. Se piensa que eran espacios dedicados al culto.
Poblado, bucráneos y Gran Diosa Madre de Catal Hüyük.
También hay otras estructuras más grandes y suntuosas que el resto. Los enterramientos que hay bajo ellas son diferentes a los demás. Esto hace pensar a los arqueólogos que pudo haber cierta desigualdad social entre los miembros de la comunidad. Abandonado el asentamiento de Çatal Hüyük, el urbanismo sigue en otros puntos de Anatolia y el Éufrates medio.
Aquí y en Mesopotamia se expanden y generalizan las técnicas neolíticas. La cultura de Hassuna destaca en Mesopotamia septentrional. A ésta le sucede la cultura del Samarra, ya un neolítico pleno e incipiente. Las culturas del Éufrates son mucho más complejas social, tecnológica y económicamente. Incluso en algunos casos como en Samarra se empieza a documentar el uso de la irrigación aplicada a la agricultura.
Después de alcanzar el Neolítico Pleno, las diferentes áreas culturales de Oriente Próximo evolucionan por caminos distintos. Las sociedades se transforman rápidamente y van adquiriendo mayor complejidad. Hasta que casi puede dejarse de hablar de sociedades neolíticas. La cultura de Al-Ubaid es proverbial en este sentido. Es muy próspera y bastante longeva. Durante las etapas medias se introduce la metalurgia. Y en las fases finales hay documentadas técnicas complejas de riego y una concentración urbanística que permite hablar, propiamente, de ciudades. En los últimos momentos de Al-Ubaid aparecen las grandes ciudades mesopotámicas: Ur, Uruk, Ela. Y alrededor del 3200 aparece la escritura sorbe pequeñas tablillas de arcilla.

Expansión a Europa.

Cuando el Neolítico se expande por Europa, no podemos hablar de una homogeneidad regional. La neolitización no es uniforme ni sucede al mismo tiempo. Los distintos y variados medios de Europa hacen que cada zona tenga que adaptarse a sus particularidades. Y se da el caso de que, en este punto, es un proceso bastante más complejo que en otras zonas del mundo.
Las regiones básicas son cinco. El sureste europeo, Grecia, el Egeo, los Balcanes. La zona danubiana hasta el sur de Alemania y el noreste de Francia. El mediterráneo occidental, desde Italia hasta el sur de la Península Ibérica. La fachada atlántica europea, subdividida en la zona occidental y la escandinava.
Expansión del Neolítico a Europa.
Hay áreas y cronologías muy similares. Pero también puntos sin ningún parecido y grandes distancias en el tiempo. Así, aunque la colonización de determinadas islas del Mediterráneo durante el Neolítico pueda ser muy temprana, las Islas Baleares no son ocupadas hasta finales del período. En Italia y España, se ocupan sobre todo las zonas costeras. El Neolítico no llega al interior hasta mucho después.
Tampoco los procesos de neolitización son homogéneos en Europa. En este sentido, los investigadores plantean para la adopción de las economías de producción tres modelos de cabio; de hecho, estos tres modelos son aplicables a cualquier fenómeno de transformación cultural en la prehistoria y también en época histórica, pero vamos a analizarlos en este contexto neolítico.
 
  Embarcación neolítica.
El modelo difusionista fue el primero en aparecer. Explica el cambio cultural por la expansión poblacional de grupos humanos que han experimentado dichos cambios. La adopción de éstos en diferentes regiones se explicaba siempre por la expansión humana desde las zonas nucleares, acompañada por procesos, ya de sustitución (en los casos más graves) de las poblaciones autóctonas, ya de hibridación y sinecismo. Del mismo modo, estos procesos pueden ser interpretados como más o menos radicales en función de la velocidad de expansión (pocas generaciones o miles de años) o de la distancia de difusión. Llegó a formularse una teoría heliolítica, que explicaba fenómenos como el neolítico o un mal interpretado megalitismo a partir de movimientos de población que llegarían a todos los continentes. Este tipo de explicación difusionista radical, propia de finales del siglo XIX, está actualmente descartada de los ámbitos científicos serios.
El modelo autoctonista es, en parte, una reacción al modelo anterior y demuestra hasta qué punto la Prehistoria y cualquier ciencia se ve influenciada por las tendencias sociales. Efectivamente, el difusionismo pudo servir de amparo ideológico durante el siglo XIX y parte del XX a las tesis expansionistas y colonialistas del Occidente europeo. Sin embargo, los procesos de descolonización de la segunda mitad del XX y la transformación de los valores sociales de éste momento plantearon la necesidad de explicar que, en muchos casos, los cambios históricos no debían explicarse exclusivamente por migraciones poblacionales. Muchas de las transformaciones, entre ellas la neolitización europea, podrían haberse explicado a partir de transformaciones internas de las sociedades cazadoras recolectoras, sin ningún tipo de influencia de poblaciones foráneas.
El modelo aculturacionista fue rápidamente desarrollado ante la imposibilidad de explicar las tesis autoctonistas. Era evidente la inexistencia de los agriotipos salvajes de las especies de plantas y animales que caracterizaban las economías de producción europeas, que sólo se encontraban en el Próximo Oriente. Mal podía haber surgido en el viejo continente el cultivo de cereales o la domesticación de las cabras cuando se carecía de las  variedades salvajes. Esto llevó a algunos investigadores a proponer un tercer modelo, tal vez interpretable como un submodelo de las tesis difusionistas, en el que no serían las personas, sino las ideas y los objetos los que se difundirían, por contactos indirectos entre poblaciones vecinas, en una especie de flujo cultural. Es lo que se ha dado en llamar modelo aculturacionista, que acepta la idea de los préstamos culturales, económicos, tecnológicos sin que haya necesariamente movimientos de población, y mucho menos substitución de éstas.
En la actualidad deberían prácticamente descartarse las tesis autoctonistas cuando abordamos los procesos de neolitización de las diferentes regiones europeas. En Europa la neolitización es un fenómeno fruto de la difusión (poblacional y/o cultural) desde el núcleo próximo-oriental. Lo demuestran los estudios de genética de poblaciones actuales (Cavalli-Sforza), pero también la gradación cronológica del fenómeno neolítico, que va de este a oeste, con dataciones substancialmente más antiguas en el sudeste de Europa, que van haciéndose más modernas a medida que avanzamos hacia el oeste y hacia el norte. No hay que descartar tampoco el hecho antes mencionado de la aloctonía de las especies domesticadas. Finalmente, consideramos muy importante que, en la mayoría de los casos, las primeras comunidades neolíticas europeas cuentan desde su aparición, a diferencia del Próximo Oriente, con todas las novedades económicas y tecnológicas propias del Neolítico. Dicho de otra forma, no se observa una evolución, sino una implantación.
La zona sudeste de Europa se neolitiza en un proceso y una cronología algo diferente del resto del continente, y presenta unas similitudes con el área nuclear proximoriental importantes. Esto ha llevado a algunos prehistoriadores a hablar de una zona de neolitización autóctona. El razonamiento se basa en que algunos de los agriotipos salvajes de los animales y las plantas domesticadas en el Próximo Oriente también aparecen de forma espontánea en la zona. Tal vez, más que un proceso de neolitización autóctona, se deba hablar de adscripción al mismo núcleo proximoriental, con una expansión de las actividades de producción en unas cronologías bastante altas.
Por ello, en muchos casos se califica a las últimas poblaciones de cazadores y recolectores de la Grecia continental de sociedades mesolíticas ya que en el registro pueden intuirse algunas transformaciones que pudieran haber desencadenado un cambio hacia la producción. Es el caso, por ejemplo, de la Cueva de Franchthi, en la Argólide. Dicho yacimiento presenta un importante desarrollo estatigráfico, desde el paleolítico superior hasta el neolítico; en los niveles de inicios del holoceno (anteriores al VII aC.) se detectan unos comportamientos tales como la intensificación en los usos de recursos vegetales, la pesca de altura o la presencia de elementos alóctonos como la obsidiana de la isla de Melos. Esto demostraría la práctica de la navegación y, por lo tanto, contactos con las costas del este del Egeo, ya neolitizadas.
De cualquier manera, no hay pruebas de actividades neolíticas hasta el 6800 aC. Es similar a las culturas de las fases precerámicas de Oriente Próximo. Está extendida por varias islas del Egeo, desde Creta a Bizancio. Y también se han encontrado yacimientos en la Grecia continental. Pero ha suscitado bastante controversia entre los preshistoriadores y no todos consideran esta cultura el verdadero inicio del Neolítico en Grecia. Éste no comenzaría, según esas interpretaciones, hasta el 6500 aC. Está dividido en tres partes: neolítico antiguo, neolítico medio y neolítico reciente. Es la base fundamental de otras culturas neolíticas que se desarrollarán más tarde en la Hélade.
Macedonia y Tesalia son las tierras donde el Neolítico se implanta de forma más activa y completa. Son especialmente propicias para el cultivo de los cereales, algunos de los cuales crecen allí de forma espontánea. También presenta un ambiente bastante propicio para el pastoreo.
La economía neolítica griega se basa en los cereales, un especial porcentaje de leguminosas y un cierto complemento de ganadería, más evidente según avanzamos al norte. Los primeros pastores y agricultores establecen sus poblados en pequeñas elevaciones del terreno también conocidas como tells o magoulas. La forma de estos poblados es bastante particular. Y ya parece indicar una ruptura con el núcleo neolítico proximoriental. Las viviendas son cuadrangulares. Hechas de piedra y adobe. En algunos casos aparecen construcciones comunales de tipo monumental. Posiblemente de funciones religiosas. Como sucedía en el Próximo Oriente, se entierra a los muertos debajo de las casas. Este comportamiento no desaparecerá hasta la aparición de las primeras necrópolis separadas de los poblados, prácticamente ya en la Edad de los Metales.
Hay numerosas representaciones de toros y diosas femeninas. Pero desconocemos más de este tipo de cultos aquí que en el Oriente Próximo. Aunque hay que suponer que eran bastante parecidos. La cerámica también es abundante. Primero la pintaban con rojo o marrón sobre engobe blanco. Con motivos geométricos y formas abstractas. Más tarde en negro y con formas carenadas. El Neolítico final en esta zona Griega se confunde con el comienzo del calcolítico y la Edad de los Metales.
Los Balcanes tienen una evolución algo distinta. La gran cultura del Neolítico antiguo es la de Sarcevo, que abarca un territorio considerablemente amplio. La mayoría de ocupaciones son al aire libre y se van superponiendo poblados a lo largo del tiempo. En las últimas fases de algunos poblados tenemos dataciones muy antiguas. Casi coinciden con las del Próximo Oriente. Y desarrollarán rapidísimamente la metalurgia. Lo cual no es extraño, puesto que la zona es toda ella muy rica en minerales.
La región danubiana se neolitizó más tarde. Esto se puede deber a que no hubo una influencia tan directa, en forma de personas o ideas. J. K. Kozlowski sostiene que Centroeuropa se neolitizó por aculturación de los grupos mesolíticos. Pero tampoco descarta cierto flujo de ideas o materiales e incluso la sustitución violenta de varias comunidades por otras neolíticas, como en el caso de la cueva de Ofnet. Sea como fuere, no hay evidencias de actividades productoras hasta el 5500 aC. aproximadamente.
La neolitización parece seguir el eje del Danubio y avanza percolativamente por los distintos afluentes. No es que las cronologías puedan ordenarse de este a oeste, sino que los cambios socio-económicos y tecnológicos se perciben primero a lo largo de las riveras fluviales y posteriormente se extienden hacia las zonas más alejadas, como las montañosas.
Las economías de producción se adaptan en una zona muy ecológicamente muy diferente a la del área nuclear donde se produjeron los fenómenos de domesticación de animales y plantas. La adaptación de la agricultura a unos nuevos paisajes dominados por ambientes más húmedos y más boscosos supuso un cambio radical de la importancia subsistencial de algunas de las principales especies. En esta zona, la agricultura de los cereales no se fundamentó en el trigo, sino en la cebada, mucho más resistente a las temperaturas frías. Algunas especies hasta ahora muy marginales, como la avena, pudieron tener cierta importancia como cultivo de primavera. Incluso algunos investigadores proponen que el proceso de domesticación del centeno se produjo aquí; esta especie habría llegado hasta la zona en su forma silvestre, como mala hierba asociada a otros cereales. Por lo que respecta a la ganadería, la posibilidad de contar con pastos de calidad favoreció a los bovinos sobre la oveja y la cabra. También adquiere mayor importancia la cría del cerdo.
Las características del medio también se dejan sentir en el tipo de poblaciones. Las estructuras son considerablemente más grandes que las del sur de Europa o el Próximo Oriente. Las harían sobre todo de madera y las marcas de los postes permiten suponer que se trataba de cabañas con tejados a doble vertiente.
En Europa central, uno de los elementos más destacados, que funciona como fósil para el neolítico, es la cerámica con decoración de bandas, citada normalmente con el nombre alemán original: Linienbandkeramic.
En el Mediterráneo, el Neolítico se expande por las costas. Empieza en las zonas próximas al núcleo griego. Y no llega hasta el extremo occidental mediterráneo hasta el sexto milenio.
Como en Grecia, encontramos desde el primer momento todo el paquete económico y tecnológico. La agricultura es plenamente mediterránea, con protagonismo de la cebada y el trigo. La ganadería se basará, fundamentalmente, en los ovicaprinos. Las ocupaciones al aire libre son el modelo de hábitat propio de estas primeras comunidades neolíticas. Cabañas de piedra y adobe, con diferentes elementos vegetales. Aunque hay una importante variedad en los tipos de estructuras. No se desarrolla un comportamiento urbano como el que describíamos para el Próximo Oriente, de lo que deducimos que las estructuras sociales también serían muy diferentes.
Los comportamientos funerarios suponen la separación de los espacios de hábitat. Solamente en aquellas ocupaciones en cuevas hay una coincidencia espacial. Las manifestaciones simbólicas son las típicas del arte paleolítico. Son muy pocas las representaciones de diosas madre, lo cual puede explicarse por la distancia con el núcleo neolítico y por un importante fenómeno de hibridación cultural. Las diferencias en el proceso de neolitización y en la posterior evolución cultural son sustanciales, en parte por fuertes procesos de mestizaje.
El verdadero fósil directo de la neolitización del oeste mediterráneo es la cerámica cardial, caracterizada por una decoración impresa realizada con el borde de la concha Cardium edule.
Ejemplo de cerámica cardial.
Durante estas primeras etapas se neolitizan también la mayoría de las islas. En algunas de ellas este momento supone la llegada de comunidades humanas por primera vez en la historia. Las islas Baleares son una excepción.
En la zona atlántica la adopción de las economías de producción coincide con la expansión de algunos fenómenos culturales que son propios del neolítico avanzado en otros puntos de Europa, como es el megalitismo. Algunas partes, de hecho, no se neolitizan claramente hasta el cuarto milenio. El proceso recuerda en gran medida el del Danubio y el Centro de Europa. Hay una adaptación de las especies a climas más húmedos y fríos.  Algunas actividades de depredación, especialmente la pesca y el marisqueo, seguirán teniendo un cierto peso en la dieta. Las zonas escandinavas no introducen la agricultura. Será la ganadería la que obtenga el papel protagonista en las economías de producción, con algunas particularidades, como la del único cérvido domesticado: el reno.
Las manifestaciones artísticas postpaleolíticas no son exclusivas, cronológicamente hablando, del neolítico. Y pueden tener su origen en el mundo de los últimos cazadores recolectores. La actividad artística es ahora algo generalizado en todas las culturas del planeta. Solo examinaremos aquí brevemente el arte rupestre postpaleolítico de la península ibérica, el arte postpaleolítico del arco mediterráneo.
Una vez finalizado el pleistoceno, la actividad artística de técnica y temática paleolítica desaparece en toda Europa, a la vez que debieron cambiar los hábitos de subsistencia. Después de un vacío epipaleolítico, aparecen nuevas manifestaciones artísticas parietales de entre las que destacaríamos las que se suelen englobar como arte postpaleolítico de la Península Ibérica (Fullola y Nadal; sin embargo, otros autores reconocen que la temática de los cazadores-recolectores persiste durante buena parte del Neolítico en España. Tal vez habría que apostillar que no se trata de un arte típicamente paleolítico pero tampoco típicamente neolítico, pues como ya hemos comentado, faltan muchos de los elementos fundamentales de la iconografía artística-religiosa neolítica). Diferenciamos tres estilos, el arte naturalista levantino, el arte macroesquemático y el arte esquemático.
El arte naturalista es de temática figurativa. Los dibujos tienen un tamaño reducido, pese a algunas excepciones. Son representaciones humanas y animales, muy estilizadas y de detalles precisos. También poseen una gran sensación de movimiento en escenas de caza, luchas entre grupos, recolección de miel y productos vegetales. Es casi exclusivamente pictórico, con predominio del rojo y el negro. Se realizan en abrigos de poca profundidad, donde siempre llega la luz solar.
Izquierda: Danza de la Roca de los Moros (Cogul). Derecha: el Orante.
El arte macroesquemático es más escaso. El mayor número de representaciones e concentran en el sur del País Valenciano. Suelen ser figuras humanas en actitud orante, pintadas en un rojo violento. Son considerablemente grandes y de formas esquematizadas. Se consideran contemporáneas de algunas representaciones hechas mediante impresión en la cerámica cardial, lo que permitiría dar a este movimiento artístico una cronología neolítica.
Finalmente, el arte esquemático podría entenderse como la progresiva estilización del arte naturalista levantino. La temática es muy parecida. Añade un importante número de motivos abstractos y algunos elementos (jinetes, carros, elementos metálicos) indican una cronología postneolítica. Posiblemente estamos mezclando diferentes estilos y cronologías que tienen como único elemento en común la tendencia hacia las figuras de diseño simple y la abstracción.

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